"Sartajara"
Por José Alcaide
Aquellos de nosotros que nos dedicamos al sufrido mundo del pajareo y que tenemos la suerte de poder desarrollarlo en lugares donde conviven unas cuantas especies nos topamos con el “deber” (o el “vicio”, quizás) de identificarlas todas, absolutamente TODAS.
Y, aunque algunas veces nos toca reconocer un ejemplar macho adulto de un colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus), otras veces… ¡horror! podemos encontrarnos frente a frente con una hembra juvenil de curruca rabilarga (Curruca undata).
Ahí es donde entran en juego las reglas graduadas, calibres, básculas y, en algunos casos, ¡hasta calculadoras! Herramientas, todas ellas muy útiles, que complementan nuestra observación directa de plumajes, morfologías, colores, y que llegan adonde no lo haría ni el ojo del mejor cubero.
Fijándonos en nuestra “sartajara”, que no es otra que la inquieta y esquiva c. rabilarga, llamada así en Aroche y Cortegana por la costumbre de moverse saltando entre las jaras [Entre jerreritos, chinchotes y zurumbelas (autor: Alfonso Barragán Marín)], se trataría de saber separarla en nuestra área de trabajo, sobre todo de otras currucas pequeñas como: la c. carrasqueña occidental (C. iberiae), la c. tomillera (C. conspicillata) y la c. cabecinegra (C. melanocephala), entre otras.
Y es que, en términos relativos, la rabilarga es la que tiene la cola más larga, ¡como no podía ser de otra manera!
Aunque la c. cabecinegra tiene una cola larga, de medidas muy parecidas a la rabilarga en términos absolutos, en el caso de la primera está más proporcionada teniendo en cuenta su cuerpo, que sería mayor (es más “grandota”), con un ala que en consonancia también es más larga, paralelamente a su cola. Todo lo cual le hace disminuir el cociente que relaciona estas dos medidas, la razón cola/ala, colocando a nuestra protagonista como la reina indiscutible de las cuatro especies.
Lo dicho, todas estas medidas biométricas complementan la observación directa de otros caracteres, como los colores del plumaje (los tonos pizarra, vinosos…), de los ojos, de las patas y demás partes de su anatomía, que, en conjunto, facilitan la correcta identificación del individuo en cuestión.
Para finalizar, permitidme un consejo: Mucho cuidado a la hora de consultar bibliografías, ya que sus taxones y nomenclaturas han sufrido varios cambios últimamente: la antigua familia Sylviidae se ha fragmentado en varias familias, el antiguo género Sylvia se ha separado del género Curruca, y algunas poblaciones, que antiguamente se consideraban subespecies, se han erigido como especies independientes; entre otros cambios.
¡Malditos psicópatas! je, je.
Ahí compartimos algunas fotos de “sartajaras”:
Fotografías: Mariló D’ Lon y José Alcaide