UN PASEO POR EL DUERO
Aprovechando unos días de descanso tras una Semana Santa de intenso trabajo, subimos para conocer Los Arribes del Duero: un espacio natural que acompaña el discurrir de este río, atraviesa las provincias de Zamora y Salamanca, y que cruza a la otra orilla adentrándose en nuestra vecina Portugal.
Allí, la roca es vencida por el agua, y el Duero se encajona, deslizándose por unos cortados que él mismo ha excavado, creando a su paso unas corrientes de aire que son utilizadas por las aves del lugar como verdaderas autopistas, sobre las que recorrer la región sin esfuerzo. Entre los más llamativos, Alimoches (Neophron percnopterus) y Buitres leonados (Gyps fulvus), los cuales, por cierto, ya se agazapaban en sus repisas graníticas afanándose en sacar adelante una nueva generación de carroñeras.
El invierno seguía luchando contra la primavera y de momento, le ganaba la partida: cielos nublados, lluvias, corrientes de viento y suelos embarrados, obligaban a la vida a retrasar este año su ciclo. Una vida que ansiaba desplegarse desparramando sus flores, sus cantos y su verdor por esta tierra que recordaba más una estampa otoñal de robles deshojados, húmedos berrocales y desnudas paredes verticales.
Aún y así, se palpaba en las yemas de los árboles, las libreas nupciales de las aves y las flores más audaces, que la primavera esperaba su oportunidad, agazapada detrás de la esquina.
Milanos (Milvus migrans y Milvus milvus), Busardos ratoneros (Buteo buteo), Águilas calzadas (Aquila pennata) en sus dos fases, y Culebreras europeas (Circaetus gallicus), planeaban de cuando en cuando sobre nuestras cabezas mirándonos con recelo. Una pareja de estas últimas quiso obsequiarnos con el espectacular jugueteo nupcial de: entrelazar sus garras en el aire, y dejarse caer en barrena hacia abajo, para separarse al final tan solo un segundo antes de tocar el suelo.
En general, los avistamientos fueron escasos, suponemos que debido a las inclemencias del tiempo, pero… ¡¡algo se vio!!
Aquí mostramos una representación de nuestras “capturas”.
Por último, comentar que nos quedamos con el agridulce sabor de boca de que, pese a haber contemplado con deleite a una pareja de Águilas perdiceras (Aquila fasciata) volando frente a nosotros durante un ¨brevi-largo¨ espacio de tiempo, fuimos incapaces de tomar una fotografía, ni tan siquiera testimonial, del instante. Por tanto, no nos queda más remedio, que regresar para intentarlo de nuevo…